Turbio
Es una noche templada, estoy desconcertado pero reconozco este lugar. La luz de media luna a penas ayuda a distinguir las figuras que se alzan del suelo. Junto con Janne y Cris acompañados por mi madre movemos nuestros cuerpos que yacían juntos a un lado de la casa de campo, debemos enterrarlos en el lugar donde ya está el agujero listo, hecho por mi madre. No quería ver mi propio cuerpo, sentía que era de mala suerte verse ya de muerto pero tenía que hacerlo; parecíamos eternamente dormidos, sólo pálidos y con labios morados; limpios y bien vestidos.
Cada quien
arrastró su cuerpo, me sorprende sentirme liviano, mi mente se inunda de
pensamientos de qué soy ahora, si estaré muerto, si el que ahora arrastro es
realmente mi cuerpo. Mi madre nos ilumina con una lámpara de aceite hasta el
gran agujero, ella viste de azules manchando el blanco, la luz de la lámpara me
encandila lo suficiente para evitar mirar su expresión, pero siento su
serenidad así que en parte no dudo de que lo que hacemos sea lo debido.
Coloco mi cuerpo en medio de Janne y Cris; contemplándonos. Escucho
a mi madre decir que nos demos prisa antes de que alguien se dé cuenta que
morimos; esto me parece un tanto extraño por cómo suena la frase pero no presto
atención ya que hay más de lo que preocuparse. Entonces llega Alberto; no
hacemos nada, parece que sabemos que conoce lo que sucedió pero no me agrada
que esté aquí, noto su expresión de burla y su intención de incomodarme. Al
detenerse devuelvo la mirada a los cadáveres y de pronto el tiempo parece congelarse,
el poco viento que hacía sonar los árboles ha cesado; ya no hay sonido.
Luego de un instante nuestros cadáveres se tuercen de forma extraña; “descomposición”. Lo dice mi madre y Alberto comienza a hablar del proceso de putrefacción con rostro burlón, sabe que me da asco, no quiero ver mi cuerpo lleno de gusanos pero es inevitable. Me miro y estoy hinchándome, parece como si mi cuerpo se llenara de ronchas y a cada segundo duplicaran su tamaño uniéndose unas con otras. Los gusanos comienzan a salir por distintos lados de mi rostro y no quiero ver más, son demasiados; Alberto continúa hablando, siento coraje de haber muerto. Alguien viene y empezamos a echar tierra rápidamente sobre los cadáveres ocultándolos de la vista; me miro por última vez.
Luego de un instante nuestros cadáveres se tuercen de forma extraña; “descomposición”. Lo dice mi madre y Alberto comienza a hablar del proceso de putrefacción con rostro burlón, sabe que me da asco, no quiero ver mi cuerpo lleno de gusanos pero es inevitable. Me miro y estoy hinchándome, parece como si mi cuerpo se llenara de ronchas y a cada segundo duplicaran su tamaño uniéndose unas con otras. Los gusanos comienzan a salir por distintos lados de mi rostro y no quiero ver más, son demasiados; Alberto continúa hablando, siento coraje de haber muerto. Alguien viene y empezamos a echar tierra rápidamente sobre los cadáveres ocultándolos de la vista; me miro por última vez.
Llega Lizet que
corría interesada en conocer qué hacíamos y mi rostro aún quedaba se notaba de
entre el montón de tierra, miré los cuerpos que estaban a mi lado pero ahora
solo veo tierra húmeda. Al fin puedo enterrarme, al fin podemos fingir que nada
ha pasado.
Al terminar regreso
a la planta alta de la casa de campo donde me pregunto qué hacer ahora; tratar
de comprender lo que sucede podría ser una opción, pero recuerdo que no tengo
tiempo, estoy entumido y me siento muerto, tal vez es por todo esto de
enterrarme a mí mismo.
Platicando con mi madre me dice que vaya a la funeraria local a
elegir el ataúd: velozmente pienso si será para mi cuerpo actual o al que acabo
de enterrar. También me recuerda que tengo Necroxis luego de tener una clase de
consulta médica, no sé cómo lo olvide; la enfermedad en la que te conviertes en
un muerto poco a poco. Eso podría explicar el cómo me siento, aunque de momento
no recuerdo detalles del proceso del padecimiento crónico degenerativo.
En la tienda de ataúdes elijo uno que me agrade en compañía de
Cris, El color azul cielo me agrada, me hace sentir tranquilidad y lo
selecciono de entre los demás. Pronto me voy a otra habitación a tomar asiento
en lo que Cris realiza el papeleo de petición y compra. Ahora pienso que
voy a morir, respiro y me concentro en mi cuerpo, siento que tengo más
movilidad y con una temperatura más natural, pero aun así moriré. Cris trata de
consolarme, ya no recuerdo que ella también está muerta, una idea vaga me dice
que todo lo que les paso a Cris y Janne ha sido una ilusión de acompañamiento
en mi duelo.
Observo la habitación, es tétrica y muy pálida, es una gran sala
con una chimenea, una alfombra ovalada, muebles y sillones pegados a las paredes,
todo es gris y blanco, todo está empolvado, incluso el aire. También hay una
gran ventana, entra demasiada luz para que pueda mirar al exterior pero aun así
trato de hacerlo sentado en el mueble más cercano, contemplar algo así me hace
divagar; sumergirme en mis ideas.
Cuando hablé con
mi madre sobre la Necroxis yo me sentía a punto de morir, pero ahora comienzo a
sentirme vivo, menos entumido, con la sangre fluyendo, tal vez me estoy curando
de esta maldita enfermedad o talvez simplemente era el shock de verme muerto, quizá
ni siquiera estoy enfermo.
Llega un pariente, Luis, y habla conmigo sobre el tema del duelo
pero no presto demasiada atención, sólo miro su expresión de ‘esto se resolverá’,
‘encontraremos la solución’, no entiendo cómo puede no saber que acabo de
enterrarme aún lado de la casa de campo y entonces pienso también como era que
mi madre sabía qué hacer conmigo y mis dos primas fallecidas; de hecho, parecía
que sabía exactamente lo que había sucedido y se hizo cargo con toda tranquilidad;
supongo que así es ella. No me atrevería a cuestionar qué hizo y por qué,
siento que no es debido.
Luis dice que
necesita pasar a la otra habitación por algo a lo que no presté atención, yo lo
espero pero no quiero estar ahí en realidad, me sentiría mejor si entendiera al
fin todo lo que sucede aunque no estoy seguro de querer. Me siento un poco
decidido y le digo a Cris que de pronto aparece; llama a mi madre que al parecer
recién llegó a la funeraria. Las miro conversar lo suficientemente lejos para
sólo notar la expresión de angustia de Cris y la esencia de comprensión de mi
madre. Poco después se acerca a mí, me sonríe y me mira con alguna clase de lástima,
como si lo que ella sabe sobre todo lo que ha sucedido doliera como el diablo;
me acaricia el cabello y creo ver lágrimas formándose en sus ojos pero me
percato que es ilusorio. Creo que va a decírmelo todo pero no sé si quiero
saber.
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